En primer lugar muchas gracias a los que
todavía estáis por estos lares leyendo mis historias :)
Se puede decir que aquí en la planicie
hemos vuelto a la normalidad, esto es, a la Siberia profunda. Adiós jerséis y
chaquetas, bienvenidos polares, pasamontañas, y botas esteparias. El invierno
ha llegado. Esto se traduce en moquillos estalactíticos, pelotillas del oeste,
caras constreñidas y amodorramiento general. Normalmente siempre me hacen la
misma pregunta pero es gracioso que en invierno ésta se repita mucho más: “¿Y tú
por qué decías que habías venido a vivir a Holanda?” Lo del “he venido por amor”
en los meses de enero y febrero es, por decir algo, una gilipollez.
Una de las cosas que más me cuesta en
estos meses es la de asentar mis posaderas en el gélido sillín de la bici y hacer
el caminito a la estación de tren con el viento en tu cara. Sensación térmica -15
grados… Luego llegas a la estación y te enteras de que tu tren no sale porque
han adaptado los servicios… Con lo cual, dudas (sin dejar de “cagarte” en la
RENFE tulipana)… ¿espero media hora en el congelado andén o me hago el ida y
vuelta a casa? Al final una opta por quedarse
en plan figura de porcelana por si llega el tren un poco antes y nos enchufan
la calefacción.
Una vez puestos en situación o modo
enero, hay una cosa de la que ya os he hablado pero en la que tengo que
profundizar porque no deja de sorprenderme. Es el sempiterno tema de la comida.
Sí, bueno, ya sabemos que aquí estos jolandios sobreviven con un sándwich de
queso a las 12:00 y tiran pa’lante con 4 crakers y un puñado de nueces hasta la
hora de la cena. A mí esto aún me cuesta. A ver, una cosa es comer un día de
bocata pero día sí y día también … sano, no sé. Ellos dicen que sí, claro. El día
que hago bocatas los hago pues como los harías cualquiera de vosotros. Aquí mis
bocadillos son calificados “de lujo”, simplemente porque compro pan de barra,
le meto unas rodajitas de tomate al queso o un poco de pimiento troceadito al atún,
o que se yo… aquí el bocadillo, por llamarlo de alguna manera, es lo siguiente:
Opción 1: rebanada de pan de molde, loncha
de queso, rebanada de pan de molde.
Opción 2: rebanada de pan de molde untada
de mantequilla de cacahuete, rebanada de pan de molde.
Opción 3: rebanada de pan de molde, mantequilla
y virutas de chocolate, rebanada de pan de molde
Opción 5: (la favorita del tuli): rebanada
de pan de molde, un poco de mantequilla y atención, galletas de jengibre, rebanada
de pan de molde.
Si vamos a ver a mis suegros y coincide
que es al mediodía “muérete de hambre” porque te sacan un pedazo de tarta y
hala, a correr. El 1 de enero vinieron a felicitarnos el año y nos trajeron
para comer unos oliebollen (especie de buñuelos), vamos, lo que me tomaría yo
para merendar con un café con leche.
Bueno, cuando esto afecta a un hijo
tuyo, te toca ya un poco la moral. Digo afecta… pero ella más contenta que unas
pascuas, si ya lo digo yo, es una de ellos. Claro, qué pasa… Sara sigue las
costumbres españolas cuando se puede y cuando no, nos adaptamos a las
tulipanas. Que no le toca guardería, pues comemos en casa al mediodía como de
toda la vida, con primer plato, segundo y postre. Que le toca guardería, pues a
comer trozo de pan con queso y 2 galletas TUC. Claro, luego la voy a buscar y
me dicen que es que Sara come un MONTON porque en vez de un pan se ha comido
tres (angelito…) y llegamos a casa y devora la comida como si no hubiera comido
en tres días… me dan ganas de meterle en la bolsa un taper con lentejas la próxima
vez que vaya a la guarde… Que eso es otra, lo de las lentejas aquí es muy del
sur. De hecho en el super del pueblo no hay, solo las tienen de estas ya hechas
en un bote. Y como preguntes por alcachofas ya te
miran con cara de… “señora, de esas cosas raras no vendemos aquí, eh?”
En fin, que yo era por quejarme un poco
porque con este frío no tengo nada mejor que hacer…