domingo, 14 de febrero de 2010

Funerales

El viernes fuimos al entierro y al funeral de opa. En Holanda esto se hace todo junto. Cuando el tuli me dijo que el cuerpo de opa iba a permanecer hasta el viernes en su casa, yo no podía dar crédito. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo antes de preguntar lo siguiente: "¿y tu abuela, va a dormir en la casa también? "Pues claro", me contestó el tuli tan pancho. Después me explicó que para conservar el cuerpo ponían una especie de placa de hielo. A mi me daba igual lo que pusieran, el hecho de dormir con un cuerpo sin vida en el mismo lugar me ponía los pelos de punta. No entendí hasta más tarde que la vida y la muerte van juntas de la mano. Y si la muerte es la de un ser querido, aún más. Digo hasta más tarde porque cuando llegué a casa de la abuela, el ataud de opa estaba allí en el salón y todos los hijos, nietos, hermanos, familia estaban tomando un té y unas galletas en el salón junto al abuelo. Yo no sabía muy bien que hacer así que me tomé un café y me senté un poco más alejada pero enseguida me hicieron sitio en el sillón de la sala de estar. Hablábamos, recordábamos y reíamos dentro de ese ambiente triste que reinaba en la sala y todo resultaba de lo más normal por raro que parezca. Estuvimos una hora allí. Seguidamente nos dirigimos a la iglesia. Era una iglesia antigua y preciosa. Todos los nietos portaban el ataud de opa y lo colocaron en el altar. Durante la ceremonia salieron varios hijos a decir unas palabras sobre su padre, recuerdos, momentos vividos. Y ya sabéis el gusto de los holandeses por los discursos. Tambien hubo poesías y una de las nietas cantó una canción. A mí se me saltaron las lágrimas. Todo fue muy emotivo y muy íntimo. Tras la ceremonia repicaron las campanas en todo el pueblo como se hacía antiguamente y nos fuimos al cementerio, ubicado en las afueras del pueblo, en medio de un campo con molinos y canales. Hacía un frío polar y no se oía ni un suspiro. Uno a uno, todos los hijos y nietos fuimos lanzando una rosa a la fosa, despidiéndonos de él por última vez. Realmente fue un día precioso, un día de emociones, un día en el que la vida y la muerte están demasiado presentes. Me acordé de mis abuelos y me acordé mucho de mi Mery. Fue, en definitiva, una de las despedidas más bonitas y personales que he vivido nunca.

1 comentario:

romeovive dijo...

un recuerdo para la tulifamily.