
Recuerdo la primera vez que descubrí los poderes hipnóticos de apellidarse Rodríguez. Fue en en el ayuntamiento, yo iba a recoger unos papeles cuando el funcionario de turno me pide el DNI. Lo mira y remira y dice: "Rodríguez, qué bonito apellido"(en realidad dijo Rodriqües). Al principio pensé que estaba de coña, claro, y supuse que era uno de estos que se cree que tiene más chispa que un mechero, pero el tipo siguió alabando tan buen gusto: suena muy distinguido, así como aristocrático."Bueno, si usted lo dice..." (a mí es que me entraba la risa) Digo yo que será la química que produce tanta erre junta...
Pero lo que ya les vuelve locos es la combinación con mi segundo apellido: Carball és (pronunciado como les da la gana). Entonces creo que piensan que desciendo de una dinastía importantísima. El otro día fui a renovarme la tarjeta del tren y me dice la señora de la ventanilla (en voz bastante alta) Rodríguez Ca rballés - guau! qué apellido más bonito. ¿Va todo junto? Oh!, me encanta eso de tener dos apellidos, me dice, es muchísimo más divertido. No sé donde verá ella la diversión, pero en fín, desde que vivo aquí está claro que yo me lo paso pipa con mis apellidos. De hecho, cuando me casé, mi suegra me preguntó si me iba a cambiar el apellido por el del tuli... "Quiaaaa" le dije, con lo estupendísimos y maravillosísimos que son mis apellidos. De ninguna manera, yo aquí soy Mevrouw Rodríguez.