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martes, 20 de octubre de 2009

Aeropuertos

De vuelta en Holanda tengo una queja que hacer. Odio los aeropuertos. En primer lugar aún no entiendo a día de hoy el por qué de tanta medida de seguridad, que si no puedes llevar líquidos, (sí, no vaya a ser que te de por fabricar una bomba a lo Mc Gyver), que si quítate las botas porque pitan en el control, que si ahora te cacheo porque aún pitas y es que se te ha olvidado quitarte también el reloj o el cinturón, que si muestra tres veces el dni o pasaporte: en el mostrador de facturación, antes de pasar por el control e inmediatamente antes de embarcar... y encima ni lo controlan como toca porque en la mayoría de los casos ni te miran a la cara...para eso hay que ser George Clooney o similar. Me pregunto por que en los barcos y trenes no pasa lo mismo... es ridículo. Después de llegar al aeropuerto con dos horas de antelación aún tienes que correr por toda la terminal para no perder el vuelo porque entre las colas que se generan y que la puerta de embarque de tu vuelo está donde Cristo dio las tres voces, pues tú me dirás... Pero no todo acaba aquí, no. Después hay que llegar al aeropuerto de destino donde tu avión, por casualidades de la vida, también te deja en la otra punta de la terminal de llegadas. Cuando llegas a la recogida de equipaje, te preguntas por qué tu maleta aún no ha llegado si tu has tardado toda una vida en llegar allí y las maletas van en camioneta. De pronto (lo de de pronto es un decir) informan por megafonía que la cinta transportadora se ha averiado y que hay que esperar a que se resuelva el problema técnico. Cuando se ha resuelto, esto es, media hora más tarde, comienzan a salir maletas. Esta es la parte que yo llamo "la ilusión de todos los días" porque siempre tienes la esperanza de que por una vez en tu vida tu maleta salga la primera. Pero es como la lotería, ya puedes esperar sentado. Es más, no se por qué, pero las probabilidades de que salga de las últimas son en general altas. Eso si no te la pierden o llega abierta, como le pasó a una amiga mía que tuvo que ir recogiendo bragas por toda la cinta...
Conclusión: Si vas a viajar asegúrate de hacer antes un poco de yoga. Ooommmm

lunes, 8 de junio de 2009

Reunión de gallinas

Este sábado fuimos a Zwolle a visitar a mi cuñada Ruth. Nos levantamos temprano y nos fuimos en bici hasta Centraal para coger el tren. El servicio ferroviario en Holanda es por lo general bastante aceptable. Me gusta la tranquilidad de los compartimentos, suele estar limpio (excepto el baño que es realmente asqueroso) y uno se puede relajar contemplando las verdes praderas tulipaneras. Cuando tengo que hacer un viaje largo, me encanta pararme en el quiosco de la estación, comprar el periódico, mi koffie verkeerd (café con leche, que no falte) y sentarme plácidamente dispuesta a disfrutar de la lectura con el traqueteo del tren. Como digo, siempre me ha encantado el tren en este país, siempre... hasta este sábado. Todo prometía ser una mañana tranquila y armoniosa. Como de costumbre me pillé el café y el tuli su karnemelk y nos fuimos directamente al tren. Nos sentamos en un compartimento semivacío y nos pusimos a leer. Qué paz, qué silencio... El tren inició su camino y aproximadamente a mitad de nuestro recorrido... se nos acabó la paz. De repente irrumpieron en el compartimento 30 mujeres a cual más escandalosa, armando un barullo monumental. Hablaban unas con otras con un tono tres veces por encima de lo normal y las voces se superponían unas sobre otras con lo cual el dolor de cabeza que empecé a sentir era inevitable... Tenía ganas de levantarme y hacer la onomatopeya del cacareo, a ver que cara ponían pero me contuve. Era imposible escapar de allí porque pronto nos percatamos de que un ejército de gallinas se había apoderado del tren al completo. Así nos tiramos media hora hasta que llegamos a nuestra parada y nosotros y las gallinas salimos en tropel. Allí vimos unas cámaras de tv filmando la llegada gallinácea, así que debía ser algo para un programa. Lo que sea, pero me quedé muy seria, miré al tuli y le dije: "Que sea la última vez que me dices que los españoles somos ruidosos". Y va él y me suelta: "Es que son mujeres, ¿qué quieres?" Pa matarle...