
Dicen que cuando se muere un amigo se rompe algo dentro de nuestro cuerpo. Hoy a mi se me ha roto el alma. No puedo dejar de recordar todos los momentos pasados con María, desde el colegio hasta hoy, pasando por la adolescencia, la facultad, los viajes, los novietes, las bodas, los hijos, los sueños e ilusiones... María no sólo era mi amiga, era además una persona excepcional, como pocas. Sencilla, generosa y preocupada siempre por los demás, con una sonrisa perpetua en la cara. Divertida, sociable y muy leal. Optimista nata. Era capaz de consolarte cuando se suponía que los demás éramos los que teníamos que consolarla a ella. A luchadora no la ganaba nadie. Nunca vi tanta fortaleza en un cuerpo tan pequeño. Sólo ha podido con ella esa lacra que se llama cáncer. Por eso duele tanto. Porque se ha llevado a un ser maravilloso antes de tiempo.
Cuando se muere un amigo se pierde un fragmento de nuestra vida, un trocito de nuestra historia se va con él. Con María se ha marchado también un pedazo de mí.
Anoche ella inició su viaje, ese que sólo es de ida. Si existe el cielo, María vuela directamente hacia allí.
Gracias Mery por haber compartido gran parte de tu vida conmigo. Eso no se va a ninguna parte, eso se quedará siempre conmigo y a tí te llevaré siempre en mi corazón. D.E.P